Empezar de nuevo

No de cero, pero sí otra vez. ¿Desde cuándo no "empezaba" tan de cero? Sí, desde 1997.

En ese entonces, hace casi 20 años, la batería de cocina que, según recuerdo nos regaló nuestro mejor amigo, pero no estoy seguro si fue eso o la "vajilla" simbolizó eso, la primera piedra en nuestro hogar conjunto.

Ese hogar duró 18 años. Para mí fueron buenos casi todos, unos francamente maravillosos. Otros dolorosos. Ella no opina lo mismo y eso es parte de porqué ya no estamos juntos.

Fracasé y escribirlo ha sido mi reto y mi negación desde hace 18 meses que salí de casa. Puedo decir que no soy orgulloso y que sé aceptar el fracaso. Pero también es cierto que no es el orgullo el único factor que previene la aceptación del fracaso. No sé cómo llamar al mío. No es, que esa sí tengo y mucha, mi vieja y querida soberbia. Es algo más elusivo.

Lo pienso mucho, como se piensan las cosas que no podemos resolver. Y por más que lo veo, no lo puedo calificar como fracaso. Y no es porque piense que mis hijos, que son dos excelentes resultados de mi matrimonio, lo representan. El matrimonio de mis padres no se mide por cómo somos mis hermanas y yo. Yo lo que recuerdo son las miradas, las coincidencias, los gustos, los ánimos. Sé que ella recuerda las distancias, las mentiras, los silencios. Pensándolo al escribirlo descubro un malsano deseo de confrontarla. Eso no se ha ido: "no me lo mataron" diría Silvio en Santiago de Chile. De verdad tengo una enfermedad porque ella reconozca las cosas buenas que hubo.

Y ahí sí viene una patología. Mi necesidad de aceptación, mi pretendido desprendimiento que en realidad esconde una enfermiza necesidad de validación, esa que todos tenemos y que al esconderla me hace sentir superior.

Eso es el pasado. Edith no es pasado sino pasado continuo por nuestros hijos. Sigue pasando. Y esas heridas, la aceptación, el no reconocer cierto valor, el querer medirme con un estándar que ni quiero ni acepto (en lugar de medirlo con el mí, cómodo y confortable para mi mismo), son lo que, creo, está más atorado en nuestros sistemas.

Al final los besos y el sexo, como drogas con fantástico poder paliativo, ayudan a sobrellevar el dolor e inclusive, ocultan el nacimiento de otro.

Hace 46 meses me chupo el diablo. Azul me contestó un par de mensajes por Tumblr y en cierto momento dijo que se moría de curiosidad y que de cierta forma "quería saber todo de mí".

Para mí ha sido como estar al mismo tiempo pendiente del hundimiento del submarino y subido todo el tiempo en la montaña rusa. Ahora que lo escribo entiendo lo loco que es esto. El daño que me estoy haciendo. Porque además, estos mismos meses, los del submarino y los de la montaña rusa, donde las emociones se convierten en partículas subatómicas, el 90% de mi energía sexual ha estado enfocada en Yesenia.

Fok... tengo pedos.

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